Hoy, en este lugar de acogida y encuentro al que por origen, tradición o sentimiento tan vinculados nos hallamos laredanos, residentes y visitantes, como es la iglesia de Santa María de la Asunción, acudo por primera vez con humildad y orgullo ante nuestra Patrona, en nombre y representación de nuestro ayuntamiento, a expresar como alcaldesa y desde mi propia convicción personal y también sentimiento, cuantosdeseos y voluntades considero compartidos por quienes aquí hoy nos encontramos, independientemente de nuestras íntimas creencias o percepciones de vida.

Este templo del siglo XIII, que de antiguo acogió en sus inmediaciones las reuniones del Concejo, se erige en faro guía de un puebloy unas gentes de noble carácter, trato sencillo y honesto que curtidas por el viento y las aguas del Cantábrico mantienen vivos hoy en día sus orígenes y muestran con orgullo, sus realidades y nuevas aspiraciones y miras.

Este acto que hoy nos reúne, es y forma parte de un legado transmitido generación a generación, al que un año más siguiendo rumbo sostenido que nos viene tazado, gustosa y emocionalmente, nos sumamos.

Es por ello, por lo que hoy en este emblemático lugar, quisiera hacer un llamamiento a favor del restablecimiento de la confianza intergeneracional, tan cuestionada y a la vez tan necesaria.

La sociedad actual es distinta, no es la de un pasado lejano o más reciente. Con sus luces y sus sombras, nos enfrentamos a un tiempo nuevo en el que su propia realidad y percepción individual, nos genera en ocasiones desencuentros, desánimo, incertidumbre y hasta confusión, mostrando al exterior lo peor de nosotros. Una actitud que socialmente, desde uno y otro lado, hemos de reconducir.

Cuando hablamos de los jóvenes, con frecuencia lo hacemos de forma genérica, pero hay muchos tipos de jóvenes, muchas maneras de vivir esta etapa de la vida que no tiene un momento de inicio y un momento final. Hablamos y focalizamos como motivos del desencuentro, tanto la crisis de valores como la ausencia de pautas educacionales en las familias, pero omitimos quizá interesadamente, otras complejas aristas creadas en gran medida por la sociedad industrial de la que formamos parte.

¿Qué parte y grado de culpa conllevan en estas actitudes juveniles que rechazamos, la situación económica y social que desde años atrás venimos padeciendo? ¿O el decrecimiento habido en las políticas sociales y de ayuda familiar para hacer frente a situaciones de riesgo o necesidad? ¿O el problema de paro y la falta de expectativas laborales que limitan y condicionan la independencia y emancipación de nuestros jóvenes?

Y qué decir, de las repetitivas situaciones que se nos muestran sobre la abominable y condenable violencia de género que nos asola y mata; o las actitudes de rechazo y condena social al diferente, o el ponernos de perfil ante los migrantes en un país como el nuestro en el que muchos de nuestros abuelos o padres, se vieron en distintos momentos de su vida, en la necesidad y obligación de buscar nuevas tierras de acogida…

Todas estas actitudes, nos llevan a la conclusión que al menos una buena parte de la responsabilidad que genera esta fractura social, por acción u omisión, también recae sobre nosotros,sin que sea exclusivamente atribuible a quienes han de reemplazarnos, los jóvenes. Una generación cada vez más capacitada y altamente cualificada, que busca abrirse camino en un recorrido sinuoso y nada fácil, como en su día quienes nos precedieron y nosotros mismos, así lo hicimos. Ante nosotros y, es el llamamiento que formulo, tenemos la oportunidad de repensar y modificar nuestras percepciones y actitudes para hacer posible, el restablecimiento de la confianza intergeneracional.

Y para ello, pido un esfuerzo en común a favor de la coherencia. Una voluntad y ánimo proclive para mantener viva la sincronía entre lo que pensamos y después hacemos. Huyamos de la doble moral y vinculemos, con sencillez y naturalidad la palabra con nuestro comportamiento, porque quien así actúa, al final se reviste de autoridad.

Seamos transmisores de las emociones, valores y sentimientos que nos engrandecen. El respeto al diferente, la igualdad, la solidaridad, el compañerismo, el éxito personal fundamentado en el éxito colectivo, han de ser nuestro faro guía. Si la inteligencia es el arte de reducir lo complejo a lo sencillo, la autenticidad es el secreto de alcanzar la verdad sobre uno mismo.

Que estos deseos que desde aquí expresamos ante nuestra Patrona, marquen el devenir futuro de nuestras acciones y actuaciones.